lunes, 22 de agosto de 2016

Suspiros transfronterizos.

Se que esperas el verso.
Pero no lo tengo.

Lo dejé marchar en el tren,
junto a la gente que huía de la prisa con prisa.
Es un tema recurrente
escribir sobre amor cerca de las vías.

¿O era de la vida?

Pero sí. Se marchó con ellos,
dónde no volveríamos a encontrarnos con él.
Era un verso que hablaba del destino;
ese perfil suyo sí que lo recuerdo,
con su maleta desbaratada,
sus gafas oscuras
y la camelia en el ojal.
Un esperpento muy gastado para un verso.
Y de cómo intentaba decirme que santificara ese ritual
donde nos reímos de la prisa con la prisa,
del tiempo estancado en el raíl de la lengua.
Allí elegimos estómagos a palabras.

El chico de la maleta besó con todas sus bocas
a las ménades del tiempo.
Cogió su tren
y se llevó mi verso.
Tenía demasiada hambre para retenerlo...


Vino verde con ciruelas.
Eso sí que se merecía un buen verso.
¿O era un beso?