lunes, 28 de octubre de 2013

Luis Antonio de la Vega.

Aquí os dejo parte de la "Guía Vinícola de España" de 1958, escrita por Luis Antonio de la Vega, y cómo no, habla de Córdoba, llana y mora:

"¿Les parece a usted serio que una provincia en la que se dan unos caldos que hay gente que opina que son los mejores de España sólo tena 11.000 hectáreas? Al-Hakem II, no hay más culpable que él.
Se me podía objetar que desde que se reconquistó la provincia de Córdoba ya han tenido tiempo para repoblar de vides. No es argumento contundente. Unas veces se reconstruye y otra se abandona, con más motivo en el caso de los viñedo, cuando una tierra tan feliz y feraz como la de Córdoba, ha sido sustituido por otros cultivos. Si me aseguran que una de las causas de la caída del Califato hay que buscarla en el desmoche de las viñas diré que estoy de acuerdo con tan sensata opinión. El cordobés no tuvo que volverse hacia la viña como recursos de choque para su agricultura económica, pues es abundante todo lo que crece en su tierra.
Tampoco tiene validez el argumento de que los cordobeses prefieren la calidad a la cantidad pues por mucho que aumentasen las cepas, la calidad sería la misma y partir del Guadalquivir, la viña puede darse en todos los lugares de Córdoba. En cinco clases de uvas se apoya la fama de los vinos cordobeses: Pedrojimenez, Lairén, Jaén, Tolla y Piñuela, 5 uvas escrupulosamente seleccionadas.
A Córdoba he ido en numerosas ocasiones, cuando estuve escribiendo la biografía de Almanzor. Entonces había un grupo de jóvenes escritores que se reunían en "Peña Domingo", presididos por el malogrado poeta José Linares Rojas. Además soy y me gusta mucho serlo, Cronista de Honor de la Cofradía del Cristo de los Faroles. Aquellos jóvenes me acompañaban a todas partes, estaban versado en cosas de su ciudad, pero nunca se les ocurrió decirme que íbamos a ir a un "colmao". Menos mal que uno tiene cierto sentido de orientación báquico y cuando ya había consumido mi suministro de erudición diaria, buscaba tabernas por puro recreo y sin ningún fin literario.
Con el permiso del Sindicato de Turismo de Córdoba, os diré que han olvidado algo entre los atractivos que cuentan en su ciudad. No sentéis plaza de beocios inhibiéndose de visitar sus monumentos, porque son historia y arquitectura de verdad y no chirigambainas como las que intentan enseñarme en otros lugares. En Córdoba ved todo lo que aconsejan los folletos de turismo, porque todo conviene visitarlo, pero aunque se les haya olvidado a los autores de dichos folletos mencionarlo, confiad en mi opinión de otros monumentos que se deben visitar: los "colmaos" y las tabernas.
Si casualmente os hablasen de alguno con folklore, dejádselos a los turistas norteamericanos. El folklore se haya en Córdoba en todos los establecimientos vinarios. Si no estáis habituados a los vino andaluces, os parecerán hiperbólicas las loas que los cordobeses hagan de sus caldos. No desconfiéis. Pensad que arrastran 3000 años de sabiduría y experiencia.
Esa es la impresión que siempre me ha producido Córdoba, ciudad sabia y experta. Yo no soy aficionado a beber vino como ellos lo beben. Cada alcorato tiene su estilo y cada vino su rito,pero si no os gusta la forma pausada y el sorbo corto, no importa. Ningún cordobés se siente ofendido porque, en su presencia, derramaseis en vuestra boca el contenido de media botella, él continuará bebiendo, poco a poco, recreándose en la bebida. Y veréis qué bebedores más cabales son los de Córdoba. Yo nunca vi ninguno borracho, ni siquiera entrado en trompa. Dan la sensación de que beben poco, pero no es así. Lo que sucede es que beben a ritmo lento, pero, hasta los más nerviosos, resisten perfectamente un par de horas ante un mostrador y como los cordobeses son gente muy considerada, no quieren ocupar un trozo de madera o de cinc sin hacer gasto en relación con el tiempo que permanecen en el establecimiento.
(...)
Dos bodegas he visitado en Córdoba: la de Francisco de P. Salinas y la de D. Joaquín Carbonell y de León. De esta última era capataz - en 1043- D. Antonio Llanas y la bodega se hallaba en el barrio de San Pedro. Considero un arte difícil saber recibir.Es una maestría que suelen poseer los embajadores y que no les es ajena a los bodegueros andaluces. Están acostumbrados a visitas de expertos y de ignorantes en materia de vinos. En Córdoba reciben muy bien. Hay todo un ceremonial, un rito para la cata habitual. Dominan el tema y son unos hábiles conversadores. A las bodegas de la Casa Carbonell y Compañía no les falta más que 8 años para ser centenarias. Fueron fundadas en 1866. En cuanto a la Bodega de Francisco de P. Salinas se abría en la Medina, en la Khortoba antigua, pero no en una casa árabe, sino andaluza. En ambas transformaban los mostos de Moriles, Montilla, Aguilar, Bujalance, Cabra, Fernán Núñez, Lucena, la Palma del Condado, Villanueva del Duque y Rute.
Un vino cordobés es un vino fino, con señoría, si se quiere un poco filosófico, pero nada peleador. El Pedrojimenez lleva el mismo nombre de la uva donde procede, pero de uva pasa.Dulce y preferidopor las señoras. Encaja perfectamente con los pestiños y con las yemas, y con unos pasteles que llaman "manoletes".
Comprendo que los aficionados a esta clase de vinos los consideran los mejores del mundo. Se ha dicho que reúnen todas las cualidades exigibles a un caldo andaluz: "paladar exquisito, aroma denso, fino color, belleza que anule la de los destellos del sol y los múltiples matices del ámbar".