miércoles, 25 de mayo de 2016

Microorganismos.

Quédate siendo agua.

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Hay días que puedo amar una palabra
por el simple hecho de ser palabra,
para llenarme los carrillos
de algo que pertenece a todos.
Incluso a los malhablados.

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El pánico a la herida me pone la cara amarilla.
Pero me veo guapa con este color.

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Existe una catástrofe de la que no podemos salvarnos: pedir auxilio sin quererlo.

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Estoy inmovilizada por el viento
y me derramo a solas, a locas.
No me mojo si me lloro.
El reloj está parado pero aún veo la hora exacta.

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El punto exacto es una rutina que conviene no encontrar.

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El rito es sencillo: lloras y andas.

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El ser humano tiende a sentirse inmortal.
Deja un nombre que nunca fue suyo.
Y se corona dormido.
Y se levanta muerto.

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Tengo atorado un poema.




domingo, 22 de mayo de 2016

Cuéntame en que laberinto te has perdido
que te restauro el camino de piedra
a lomos de la luna que te sostuvo la copa anoche.
Que los laberintos son anfitriones en el nombre de la suerte
y te coge con todas sus manos
y te besa con todas sus bocas
y sostienen hormigón para tapar la herida.


Juguemos dentro al escondite
según vire este poniente.
Que nos sitúe en la línea de salida.
Que se destruya la piedra,
que se derribe la memoria,
que los ancestros pierdan su nombre.

Cruza el laberinto cómo quién cruza la acera de la calle,
sin contar cuántas horas
se tardan en desnudar un alma de los ojos para abajo.

Te presto el reloj de arena. Hay juego.