cuenta que cuentas que arde la lengua,
que se astillan las llamas.
Está la decadencia llamando
por la puerta de atrás de tu casa;
culpable de que las manos que sostienen agravios
te arranquen la esencia,
culpables los himnos y las letras.
Cuéntame cuentacuentos
como apagar las hogueras,
quítame los lamentos que los ojos me llenan,
limpia a los caídos en la guerra de estrellas
que gotea del rojo sangre de labios mal pintados;
culebra que muerde la mano;
veneno del abecedario de besos
que curan espantapájaros cansados,
vacía los roleos que se riza, se retuercen,
galopan y se tiran a tus brazos.
Compra una bonita casa de caramelo
y comete los tejados, que veas que el aire canta;
pon un reloj de cuco en la entrada
porque el tiempo, es el único que pasa.
Coge la guitarra del silencio y
agoniza tus palabras con acordes
de invierno, de fuego, de niebla.
Cuéntame cuentacuentos,
Lorca desaliñado y descolorido de versos hastíos,
cuéntame el cuento de los suspiros,
amarra el pie al pozo del olvido y
alza la voz de lo que antaño fuimos:
éramos niños cuentacuentos,
niños que derrochaban sueños,
y que amaban los cuentos, sin miedo; ni a su final ni a su principio.