miércoles, 27 de junio de 2012

Paracaidistas suicidas. (*O de cómo cocinar caracoles.)

Esa era yo sin ti
aunque tu cuerpo estuviera presente,
quizá colgado de un paracaídas
que no era el tuyo,
ni el mío siquiera.
Te deslizas y bajas al vacío,
la piedras entierran los restos mortales
de la memoria.
Un caracol recorre las manos
dentro de una sección aúrea
que ya no reconoce.
Kilómetros de tela mojada
que no vuela, ni tiene cuerdas
bajo la cama de los cipreses
que esperan el cadáver vivo.

Las nubes no son paracaídas,
son armas suicidas
de quién intenta cocinarse con
conchas vacías o caracoles muertos.

martes, 19 de junio de 2012



 


Casi sin pensarlo
El soplo de la indiferencia
Nos hizo caer en un coma etéreo, lleno,
Con treinta puertas a las que llamar
Y sólo una ventana para saltar
Por si no abren.

Pisas el laberinto blanco, impune,
Y lo manchas sin demora alguna.

La singularidad es el camino.
La suciedad, los pasos para alcanzarlo.

jueves, 7 de junio de 2012

La chica camaleón. (De cómo los escaparates reflejan recuerdos.)

*Por los recuerdos de otrora.

Volvía al nido mil veces, y mil veces le preguntaban las mismas señoras sentadas eternamente en su banco, con sus cabellos cortos o recogidos en un moño imposible recién pulidos en laca que de qué familia era.
Tenía distintos ritmos al caminar, a veces veloz y grácil como una liebre, a veces lenta y pausada como si las horas no pasasen por su camino. Sólo mirando a sus pies se encontraba la respuesta, sus lunares pasaron a ser su bandera.
Podía cruzar toda una avenida llena de gente que había paseado por las calles de su vida,y nadie, podía decir con toda la certeza que era ella. Nadie recordaba el color exacto de su pelo, ni cómo tenía las manos, ni si solía vestir de largo o corto.
La chica camaleón la llamaba.
Un camaleón que sólo se conocía cuando se desnudaba de cintura para abajo.

domingo, 3 de junio de 2012

Nido de víboras.

Esta tarde estaba regando el patio de mi casa, un maravilloso lugar de mi vida que me hace olvidarme de todo y me renueva el espíritu. En mi patio viven, además de mil jilgueros y gorriones en los altos cipreses y en el bambú, mi ninfa Nana, mi agapornis Wini y un jilguero que canta que es gloria. Siempre que riego las plantas, o paso por el patio o estoy allí, les hablos a mis pájaros. Hoy Wini no me ha contestado. Le he metido la mano en la jaula esperando que viniera a picotearme como suele hacer, pero estaba dentro de su nido, sin moverse. He metido la mano y Wini estaba muerto. Pensé que sería por el calor, he bajado la jaula y cuando he abierto el nido, he encontrado una víbora. Lo había matado una víbora.
Una víbora ha entrado a mi refugio de paz, a atacar a los míos, a romper mi tranquilidad y sosiego; y llevarse una pequeña parte de mi mundo. Todo esto me ha hecho pararme a pensar.
Ninguno estamos salvados de que las víboras nos entren en casa, ninguno vivimos en una urna de cristal y ninguno estamos libres de la picadura de una de ellas ni el daño que pueden causarnos. A mí la suerte me ha sonreído hoy al meter la mano sin saber que había una víbora dentro y no me picase, pero se ha llevado algo mío.Creo que a partir de este momento me dará miedo cada vez que me disponga a regar el patio, me dará pavor encontrarme un nido de víboras dentro de mi jaula.
Quizás esas víboras estén llenas de veneno, pero no dejaré que ninguna, bajo ningún concepto, dañe algo que quiero, y mucho menos, que me dañen a mí. Sonará muy egoísta pero es así. Porque si yo fallo... ¿quién me dice que no va a destrozar a los demás?