domingo, 31 de julio de 2016

Vendimias viscerales.

Otra copa.
Otro beso.
Otro verso.
Otra hora.
Otro tiempo.
Otro ser.
Para cuando despiertes.
Para cuando des.
Para cuando desesperes.
Para cuando esperes
otro ser, otro tiempo, otra hora,otro verso, otro beso, otra copa.

Para cuando no estés.
Para cuando no esté,
para aguas.

Paraguas.
Para los pies.
Pisar el seso como envero.
Pisar el sexo como nube.
El desborde del canalón hecho cristal de lluvia.
El cristal hecho alcohol.
Alcohol para cuando desp...

(Ya me he ido).




martes, 26 de julio de 2016

Al fin en el fin.

Me di cuenta tarde de que estaba sola en ese beso.
Y te busqué en otros cuerpos,
en otras ciudades,
en hombres y mujeres
e incluso debajo de la cama.
Era muy tarde,
tan tarde que la madrugada se antojaba invierno despechado
contra la plenitud de las cigarras.

Aún tengo el valor del jazmín pisoteado,
del azahar resbaladizo de lluvia.
Aún tengo una impaciencia calma
y unas dudas servidas a fuego lento.

Eso no quita que
al fin y al cabo,
había volado yo sola.
A mi fin que fue tu principio.
Al principio.
( A ese principio había volado más horas de las que fueron,
conmigo,
sintigo.)
Pero al fin, en el fin.
Donde no queda nadie en ese beso.

miércoles, 20 de julio de 2016

Elegí comerme.

Elegí la víscera,
el momento,
lo que me ponía sin saber si era lo acertado.
Elegí un nombre (¿o era un hombre?) al mes
y un cuerpo a la semana;
la frivolidad de la feminidad hecha mujer de provecho
y una casa acogedora con vistas a un verde mar.

Elegí alcohol sobre ser humano,
las verdades a medias
y dormir en muchas camas,
y en la mitad de ellas ha sido en mi imaginación.
Pero por encima de todo elegí.

Elegí el olvido y el cambio continuo.
Las ciudades, los zapatos.
Elegí tu desecho y un recuerdo de noria.

No fui valiente para elegir el sueño,
no, no pude elegir uno sólo.
No un sólo plan.

Y aquí estoy,
eligiendo mi nuevo estómago
y una libreta donde no aparezca tu nombre.

Este estómago es mi estrategia.
No te quedes sin ninguna por una quimera.

jueves, 14 de julio de 2016

Trastos.

"Una mujer vive en un muelle oxidado alejado de la ciudad.
Pesca todo lo que la gente abandona."
La Rous, Una Niña.

A mi me gusta morirme.
Quitarme de la vista del mundo
y ser yo conmigo,
balancearme en los hilos de las horas
y desprenderme del cliché
de que la soledad es un arma de doble filo.
He de pasar un poco de sed
para que la víscera estalle,
unirme, sin ropa y sin miedo,
hidrolizarme con las pompas de jabón
que arrastra una ducha masiva de recuerdos
y tocarlas con los dedos para ser consciente de su fragilidad.
Aquí todo tiene vida
y los fantasmas se me antojan niños caprichosos
que comen algodón de azúcar
y siembran gnomos en las paredes.
Estas invasiones sin presencia ni estrategia clara
van cayendo en la medida que exploro la cicatriz
y matar a estos mensajeros es lo que da sentido al mensaje.

Me rescato.
Rescato el estómago triste,
el nido de melancolía que prende en llamas
en el alféizar de la ventana,
el vaivén pendular de los dedos sobre este papel
convertido en mesa de carnicero
con corazones muertos de promiscuos corderos,
rescato el aire,
mi aire
con los girasoles despiertos en los ojos.

Me gusta tener consciencia de que la existencia
es meterse en el tornado de Oz.
Pues abrir la caja de Pandora es la única forma
de llegar hasta el fondo del asunto.
Si es que llegas.