miércoles, 21 de octubre de 2009

Rutina, sueño...silencio.

Silencio entre láminas de fotografías y folios de papel.
Fuera, el viento se ha apoderado de las calles, y el sol ha caído hace largo rato.
Mis pies, fríos por el aire del norte que sopla sin dar tregua al flotar de las mariposas entre las hojas que el otoño retorna a la tierra; tiemblan buscando ese recodo que el sofá guarda para su frío. Dicen que el otoño es el tiempo del poeta, de la epifanía del verso y del nacimiento del arte que nace de las manos; en realidad creo, el otoño sólo es viento, hojas secas y anhelo de brasero y paño para el invierno. El verso no nace del aire.
El verso nace del humo de un cigarro, de un paseo sin rumbo, de una sensación, de un instante en el tiempo, de una contemplación desconocida,de un beso de buenos días, de un anhelo o de un sueño, de una mirada a la inmensidad que se nos presenta cada día y nos parece tan efímera por culpa de la rutina.
Sí...la rutina. Esa que todos tenemos cada día.
Esa que se rompe cuando se crea el verso.
Esa insensata que muchas veces no nos deja tiempo para el verso, la poesía, el cuento, la música...la evasión de una tarde en nosotros mismos.
Esa rutina que muchas veces no nos deja dormir, que nos despierta en mitad e la noche pensando que hemos olvidado algo que hacer.
La que sólo rompe un leve acontecimiento que no esperamos, porque los que esperamos se convierten en rutina y luego, en recuerdo.
Hoy rompo con mi rutina y anido mi pensamiento en el verso.
Ese verso que, en una tarde de otoño, me trae el más profundo estado de sueño...el soñar despierta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario