domingo, 12 de febrero de 2012

Carta a la guerra emocional.

Mis trincheras son mis inmensos silencios
y la sonrisa que por adherencia cardinal se pega sin ser llamada en los labios.
No lanzo miradas furtivas,
ni busco a hacer daño con un látigo de palabras
que tengo escondido para cuando la guerra esté totalmente declarada.


Yo voy poniendo mi tropa de ignorancia,
de ojos que vean o no, corazón que no siente
y si siente, más silencio guarda;
no voy a ponerme en la diana fácil
y mucho habrás de apuntar para dar en el blanco de mis ojeras,
y si algún día lo encuentras: vete dando por muerta.
Que yo no me escondo pero tampoco me dejo al alcance
porque si lo encuentras
verás el más terrible de mis cañones enfrente de tu cabeza. 
(Ay, perdón, que tú de eso no usas).




En una guerra,
más pierde el que cree haber ganado
sin jugar de frente, sin cortarse las manos y siendo consciente 
que de lo ya perdido, poco puede ser recuperado.

Aquí tienes tu final. Perro traidor, Saratoga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario