domingo, 3 de junio de 2012

Nido de víboras.

Esta tarde estaba regando el patio de mi casa, un maravilloso lugar de mi vida que me hace olvidarme de todo y me renueva el espíritu. En mi patio viven, además de mil jilgueros y gorriones en los altos cipreses y en el bambú, mi ninfa Nana, mi agapornis Wini y un jilguero que canta que es gloria. Siempre que riego las plantas, o paso por el patio o estoy allí, les hablos a mis pájaros. Hoy Wini no me ha contestado. Le he metido la mano en la jaula esperando que viniera a picotearme como suele hacer, pero estaba dentro de su nido, sin moverse. He metido la mano y Wini estaba muerto. Pensé que sería por el calor, he bajado la jaula y cuando he abierto el nido, he encontrado una víbora. Lo había matado una víbora.
Una víbora ha entrado a mi refugio de paz, a atacar a los míos, a romper mi tranquilidad y sosiego; y llevarse una pequeña parte de mi mundo. Todo esto me ha hecho pararme a pensar.
Ninguno estamos salvados de que las víboras nos entren en casa, ninguno vivimos en una urna de cristal y ninguno estamos libres de la picadura de una de ellas ni el daño que pueden causarnos. A mí la suerte me ha sonreído hoy al meter la mano sin saber que había una víbora dentro y no me picase, pero se ha llevado algo mío.Creo que a partir de este momento me dará miedo cada vez que me disponga a regar el patio, me dará pavor encontrarme un nido de víboras dentro de mi jaula.
Quizás esas víboras estén llenas de veneno, pero no dejaré que ninguna, bajo ningún concepto, dañe algo que quiero, y mucho menos, que me dañen a mí. Sonará muy egoísta pero es así. Porque si yo fallo... ¿quién me dice que no va a destrozar a los demás?

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