Una víbora ha entrado a mi refugio de paz, a atacar a los míos, a romper mi tranquilidad y sosiego; y llevarse una pequeña parte de mi mundo. Todo esto me ha hecho pararme a pensar.
Ninguno estamos salvados de que las víboras nos entren en casa, ninguno vivimos en una urna de cristal y ninguno estamos libres de la picadura de una de ellas ni el daño que pueden causarnos. A mí la suerte me ha sonreído hoy al meter la mano sin saber que había una víbora dentro y no me picase, pero se ha llevado algo mío.Creo que a partir de este momento me dará miedo cada vez que me disponga a regar el patio, me dará pavor encontrarme un nido de víboras dentro de mi jaula.
Quizás esas víboras estén llenas de veneno, pero no dejaré que ninguna, bajo ningún concepto, dañe algo que quiero, y mucho menos, que me dañen a mí. Sonará muy egoísta pero es así. Porque si yo fallo... ¿quién me dice que no va a destrozar a los demás?
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