*Por los recuerdos de otrora.
Volvía al nido mil
veces, y mil veces le preguntaban las mismas señoras sentadas eternamente en su
banco, con sus cabellos cortos o recogidos en un moño imposible recién pulidos
en laca que de qué familia era.
Tenía distintos
ritmos al caminar, a veces veloz y grácil como una liebre, a veces lenta y
pausada como si las horas no pasasen por su camino. Sólo mirando a sus pies se
encontraba la respuesta, sus lunares pasaron a ser su bandera.
Podía cruzar toda
una avenida llena de gente que había paseado por las calles de su vida,y nadie,
podía decir con toda la certeza que era ella. Nadie recordaba el color exacto
de su pelo, ni cómo tenía las manos, ni si solía vestir de largo o corto.
La chica camaleón la llamaba.
Un camaleón que sólo
se conocía cuando se desnudaba de cintura para abajo.
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