domingo, 31 de enero de 2016

Cuando ya estoy cansada,
he besado los suficientes sapos,
y  sudado en varias sábanas muertas de amor,
tomo aire, compro vino,
sigo el camino que lleva
de las naranjas a las cepas.

(Los signos inconfundibles de la infancia son un sorbo de vino dulce dentro de esta niebla.)

El amor, al igual que el vino,
es el sacrificio de nuestra soledad,
quedarte sin más palabras
que las de ternura, ansías y premura…
me entusiasmo, pierdo cordura,
ropa, horarios.
Saco la botella del mensaje
y marco personas, fechas, recuerdos.
Entonces me descubro
cogiendo la copa (o la boca)
y empiezo a arder durante una eternidad.



Pero cuando vuelvo a los orígenes,
al sapo de barro,
 la sábana seca
y la tierra te llama,
y la  llama,
te taladra,
es que está próximo el final…

De la boca o de la copa…O ambas a la vez.

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