viernes, 29 de abril de 2011

El silencio.

Me he hecho amiga del silencio. Del no decir nada cuando no hay nada que decir por rellenar el tiempo, de no decir nada cuando hay algo que decir por no desmerecer al silencio. Llenar el cenicero del alma con millones de segundos sin sonidos y dejar atrapadas las palabras en una boca que no quiere ser verdugo.
Se ha hecho mi compañero. Es gigante y no pequeño, duerme tranquilo, se estremece y gime sin decir nada. Me agarra la garganta para no tirarme al vacío impulsivo de las erratas. Se sitúa en la frontera de la ventana de mis pensamientos, en el norte de mis emociones, en el sur de mis dudas, en el este de un "no", en el oeste de un "si". En un centro que sella mis labios.
Guardo el silencio. No digo que no soy la misma, que hay historia infelices, que hay errores que no se arreglan con canciones de amores,que en mitad de una cama prometer no cuesta nada,que cortemos las raíces,que el pasado ya pasó,que quiero casarme contigo en las Vegas. Que no hay finales felices, y que este cuento se acabó.

Hay ocasiones en la vida, que es más sano escribir en compañía de este silencio. Y no estropear el tiempo con errores, con palabras que no quieres decir o que duelen decirlas. El silencio es un guerrero de la propia integridad, ocultando nuestras grandes verdades para no hacer que gire el mundo; pues el silencio es el único que puede parar el tiempo en el momento que necesitamos.
Y así, el silencio se hace estupefaciente que me hace no decir nada. Y para en un golpe sordo mi tiempo.

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