¡Ay el dolor del espejismo quimérico
que abre la boca y arranca la esencia!
Este obstinado mundo que muda
sus entresijos como si
de cabellos se tratasen.
Lóbregas manchas que amparan
cada chispa de agua, y,
poseen un camino que habita
a la cumbre de una daga
remendada de miel.
Acabar el fin
para empezar el principio
de esta fruslería de cristal.
Grande es el gozo de la gloria
de tus ojos por las finas riberas
que arraigan tus costados.
Albergas bravuras de niño,
que rezan en cada alborada.
Los cipreses cantan,
contando cuentos de antaño.
Y este día gris,
me honra con su evocación.
El camino busca el final
en la efímera colina de paz.
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