lunes, 4 de enero de 2010

Nuevo año...

Llueve…otro día más.


El agua cae sin límites llorando con el aire que la mece cantándole una canción de cuna. Despierta el día gris debajo de mis pies, por encima de las fronteras de mi almohada, creando un remolino de sensaciones que me piden soñar hasta que vuelva el anochecer. La luz, tan oscura e imprecisa, resucita sombras danzarinas entre las callejuelas inundadas del llanto del cielo, mostrándome un camino empedrado que resbala cuál juncos y musgo verde. Rompe el agua en el cristal.

Las nubes se enlazan creando caprichosas formas para romper este tintineo, ya rutinario, que no cesa. No recuerdo tales lluvias. Supongo que antes también serían así los inviernos. Hoy, sin maleta, el día pinta de carreras, de desahogarme y evitar por un día pensar. Si, mis vacaciones de invierno se están basando en pensar y en navegar por los senderos de libros y apuntes. Un año más…que rápido pasa el tiempo. Cuántas experiencias. Cuánto conocido. Cuánto desconocido. Cuánto me queda aún para seguir soñando.


No tengo expectativas ni deseos este año nuevo, sólo con la Universidad que tan de cabeza me trae. Es mi único propósito claro. Por lo demás, que sea lo que Dios, el destino, la suerte o el azar quiera. No quiero tenerlo todo bajo control, prefiero volar sin rumbo y dejar que todo venga con las ráfagas de aire. Ser una gaviota en la playa. Se que a veces me desesperaré porque el viento no sople a favor, otras seré valiente para salir de huracanes que ni yo misma se como han llegado, y otras volaré tranquila, siempre hacia adelante.

Pero siempre en pie. Alguien, con el paso del tiempo, me ha enseñado que nunca hay que agachar la cabeza, sino que en los momentos más críticos, llevarla con la máxima honradez que se pueda. Que el viento no me haga mirar al suelo y que me enfrente (con clase, dialéctica y una sonrisa) a los vientos que soplan del norte. Que mis sentimientos son míos y no todo el mundo debe conocerlos, porque es lo más íntimo y secreto que tiene una persona, que a veces hay que hacer de tripas, corazón.


Así que este año, decido caminar con el viento, cuál gaviota, surcando los filos, a veces punzantes, a veces acogedores; de las mareas. Y sea lo que sea, y pase lo que pase, que sean mis alas las que me hagan llegar.

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