miércoles, 19 de enero de 2011

Verde-azul...

Solía decirte que tus ojos
jugaban con los míos,
disfrazándose de azul o verde;
según su antojo,
me hacían ver luces, sombras, siluetas.
Según la luna, azul y luego verde;
según el sol, verde, y luego azul;
según la oscuridad, luz. Sólo luz.
Los verdes jugaban conmigo
a un beso fugaz
si tu mano o la mía
apretaba los dedos del otro;
en mitad de la avenida, a oscuras,
mientras que las hojas crujían,
muertas, bajo nuestros pies.
Jugaban a conversaciones sin sentido
y pasiones encendidas en portales de la luna.
Los azules, escupían verdades;
preciosas o crueles, no importaba;
quedaba todo descubierto
como el cielo azul,
ese azul de tus ojos
que jugaba a convertirse en verde.
¿Azul?¿Verde?,¿Verde?¿Azul?
Daba igual.
Eras el mismo, yo la misma,
y tus ojos, tan tuyos de ti,
eran (en sólo un instante)
míos al anochecer.

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