martes, 10 de mayo de 2011

El gris.

Te puse el final sobre los dedos.
Lo arrancaste,
y me besaste los ojos y las heridas.
Te mordí para dolerte.
Y te enfadaste;
cinco minutos después, me mordías tú a mí.
Te dí la espalda.
Pero tú me cogiste del culo.
Y de las piernas, y de las manos.
Te quité los labios.
Y te escondiste en mi cuello.

¿Y ahora qué pasa
si te tiro a la cara el corazón?


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